Parte I
¡Oh, cuántas veces he estado entusiasmada con algo a lo largo de mi vida! Me vienen a la mente ahora mismo momentos en los que estuve tan alegre y decidida a comenzar un proyecto o a tomar cierto curso de acción y finalmente, no pasó de ahí, todo quedó en el “gran entusiasmo”. ¿Alguna vez te ha pasado lo mismo?
Uno de mis libros favoritos de la Biblia, el libro de Proverbios, nos enseña cual puede ser el motivo de que esto suceda:
Proverbios 19: 2 comienza diciendo:
“El entusiasmo sin conocimiento no vale nada.” El entusiasmo es una cualidad admirable, es un impulso necesario y contagioso, es un combustible que ayuda en el emprendimiento de nuevas sendas o caminos y que nos puede llevar a alcanzar metas. Pero, definitivamente, no es suficiente por sí solo. Cuando nuestra motivación no está respaldada por un conocimiento sólido, ese motor puede llevarnos a situaciones problemáticas. A mí misma me ha llevado a esa posición más veces de las que quisiera recordar.
Imagina a una persona que, emocionada, decide que invertirá en el mercado de valores sin entender cómo funciona. El entusiasmo inicial le puede llevar a tomar decisiones financieras impulsivas que resulten en pérdidas gigantescas. Esta persona debería intentar adquirir conocimiento sobre inversiones para poder tomar decisiones informadas y evitar errores costosos.
Si haz estado teniendo dificultades para llevar a cabo aquello que te has propuesto y has encontrado más tropiezos de lo que pensaste, no deseches tu entusiasmo. ¡No permitas que tu entusiasmo muera! En lugar de eso, añádele conocimiento. Investiga, profundiza en el tema, ora a Dios en busca de dirección e indaga en las páginas de la Biblia por dirección oportuna. El tiempo dedicado a esto no es un tiempo perdido, es una gran inversión.
La Prisa: Un Camino hacia el Error
El proverbio continúa: “La prisa produce errores.”
Por muy entusiasmada que te encuentres, no te apresures. Tomar decisiones precipitadas y actuar sin pensar nos puede llevar a errores lamentables. No darnos el tiempo suficiente antes de poner nuestro entusiasmo en acción, significaría no tener en cuenta todos los aspectos de una situación, no evaluar adecuadamente los riesgos y no considerar las consecuencias que esto acarreará en el futuro. La prisa tiende a sabotear nuestros mejores esfuerzos y llevar a resultados completamente distintos a los que planificamos.
Busca el consejo de Dios y considera todas las perspectivas antes de actuar. La paciencia nos permite tomar decisiones más acertadas y minimizar los errores. ¡Añádele a tu entusiasmo conocimiento y a tu conocimiento, paciencia!
Diana Quiros