
“Escuchemos más y hablemos menos”. A lo largo de mi vida más de una persona me ha dado este consejo y lamentablemente no siempre he sido lo suficientemente sagaz para cumplirlo a cabalidad. Vale la pena revisitarlo y meditarlo. Muchas peleas, discusiones y tristezas, evita quien logra aplicar con sabiduría este principio.
Por lo general hablamos apresuradamente porque nuestras emociones cobran una efervescencia que no logramos controlar. El libro de Proverbios menciona tres emociones negativas que al salirse de control pueden causar destrozos y recoger los pedazos que quedan al final, es una tarea naturalmente imposible.
El enojo es cruel, y la ira es como una inundación, pero los celos son aún más peligrosos. Proverbios 27:4
Los recursos que utilizó el escritor de Proverbios son maravillosos.
El enojo es cruel
Piensa en las veces que has dicho algo que deseas que se pudiera borrar y que las palaras no hubiesen salido de tu boca. Las cosas más crueles que hemos dicho, muy probablemente las hayamos expresado en un momento de gran enojo, donde nos hemos constituido jueces de alguien más porque estimamos que la situación amerita decir “dos o tres verdades”.
La ira es como una inundación
Hace poco más de un año, las ciudades del sudoeste del estado de la Florida sufrieron los embates de inundaciones enormes por causa del huracán Ian. Aún hoy se ven los estragos y hay vecindarios y zonas de la costa que lucen devastadas. Un resultado similar queda detrás de un arranque de ira. Este puede arrasar con amistades, matrimonios y relaciones familiares que deberían ser hermosas.
Los celos son los más peligrosos
Los celos tienen un potencial muy perjudicial. Los celos pueden corroer relaciones, generar resentimiento profundo y llevar a cometer acciones atroces. Lo peor de todo es que muchas veces los celos han sido alimentados por la imaginación, la desconfianza y la propia inseguridad.
¿Qué podemos hacer para entrenarnos en el manejo correcto de estas emociones? Veamos lo que nos enseña el apóstol Santiago.
Santiago 1:19-25
19 Mis amados hermanos, quiero que entiendan lo siguiente: todos ustedes deben ser rápidos para escuchar, lentos para hablar y lentos para enojarse. 20 El enojo humano[g] no produce la rectitud[h] que Dios desea. 21 Así que quiten de su vida todo lo malo y lo sucio, y acepten con humildad la palabra que Dios les ha sembrado en el corazón, porque tiene el poder para salvar su alma.
22 No solo escuchen la palabra de Dios; tienen que ponerla en práctica. De lo contrario, solamente se engañan a sí mismos. 23 Pues, si escuchas la palabra pero no la obedeces, sería como ver tu cara en un espejo; 24 te ves a ti mismo, luego te alejas y te olvidas cómo eres. 25 Pero si miras atentamente en la ley perfecta que te hace libre y la pones en práctica y no olvidas lo que escuchaste, entonces Dios te bendecirá por tu obediencia.
Santiago nos explica que es importante frenar nuestro ritmo acelerado cuando de hablar y enojarse se trata. Es fácil dejarse llevar por lo acalorado de un momento donde presenciamos una injusticia o sentimos que hemos sido víctimas de alguien, pero entendamos: el enojo humano no producirá la rectitud deseada por Dios.
Buscar un resultado diferente haciendo lo mismo una y otra vez no tiene sentido. Si queremos resultados diferentes y queremos ver la justicia de Dios obrando, debemos rendirnos y someter nuestras emociones tomando el tiempo para reflexionar antes de dar una respuesta acelerada.
Por último, quiero alentarte. No olvides las palabras de Dios, recuérdalas, obedécelas y ponlas por obra. Dios bendecirá tu obediencia. Dios se complace en aquellos que escuchan y ponen en práctica la ley que los hace libres.
Diana Quiros