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Hace muchos años leí una ilustración sobre una mujer que viajaba en un tren. Había comprado un boleto en uno de los vagones con mejor vista y grandes ventanas pues quería disfrutar del paisaje durante el camino. Abordó, comenzó a colocar su equipaje y antes de que lo notara ya estaban en marcha. Ella quería que la experiencia fuese inolvidable así que se esforzaba por acomodar sus maletas lo mejor posible. Tenía tanta expectación no solo sobre el camino sino sobre su destino final, que abrió un par de carteras y revisó una y otra vez que todo estuviera donde ella lo había puesto.
Estuvo tan atareada realizando este mismo ejercicio una y otra vez…Se decía, ya en la próxima parada podré sentarme, relajarme y disfrutar la vista. Tristemente, el tren arribó a su destino y ella no había podido apreciar absolutamente nada, pues desperdició el tiempo entretenida queriendo que su equipaje estuviera perfectamente organizado y alineado.
Aunque es una historia ficticia, nos brinda una enseñanza acerca de un curioso comportamiento humano. ¡Cuántas veces actuamos así a lo largo de nuestro viaje por la vida! Andamos tan ocupados deseando que todo esté perfectamente alienado, planeando y deseando, que posponemos nuestra alegría hasta la “próxima parada”.
Cuando me termine este proyecto seré más feliz.
Cuando me case estaré más completo.
Cuando tenga hijos tendré más alegría.
Cuando tenga más dinero estaré más seguro… Y la lista podría continuar…
Lo cierto es que debemos aprender a apreciar el paisaje cada día. Debemos ser agradecidos por lo que ya tenemos y atesoramos. Aprendamos a valorar las bendiciones recibidas, las bondades que ya Dios nos ha extendido. El salmista decía:
¡Bendice, alma mía, al Señor!¡Bendiga todo mi ser su santo nombre! 2 ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones! 3 El Señor perdona todas tus maldades, y sana todas tus dolencias. 4 El Señor te rescata de la muerte, y te colma de favores y de su misericordia. 5 El Señor te sacia con los mejores alimentos para que renueves tus fuerzas, como el águila. Salmos 103: 1-5
Este es un canto de alabanza y gratitud al Señor por sus bondades y su misericordia. Es una exhortación que el salmista hace a su alma a bendecir al Señor. Tomemos ejemplo en estas palabras y no nos permitamos a nosotros mismos olvidar las bendiciones que hemos recibido. Dios es bondadoso y nos ha dado su perdón a través de la fe en Jesús. Él perdona todas las maldades y sana nuestras dolencias. ¡Hemos sido rescatados de la muerte! Tenemos motivos para estar agradecidos.
La gratitud no es una estación a la cual arribar cuando todo esté bien, es un viaje para disfrutar a lo largo de toda la vida. El agradecimiento es un camino para la alegría. ¡Seamos agradecidos!
Diana Quiros
Es muy bonito escuchar estas palabras de sabia diría q Dios bendiga ese corazón de dónde viene todas esas palabras llena de amor así debemos vivir para ser mas felices
Dios te bendiga Yamineidis!